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¿Por qué el vino debe airearse?

A veces, sobre todo cuando estamos ante un vino de una cierta edad de maduración, puede que al abrir la botella, de ésta emane un olor algo desagradable, como a humedad e incluso a azufre. Son aromas que se generan durante los procesos de reducción que tienen lugar en el tiempo de crianza del vino. La falta de oxígeno durante estos procesos hace que huelan a cerrado. En este caso, el contacto del vino con el aire hace que esos olores se ventilen, con lo que desenmascararemos los auténticos aromas que encierra el vino y que son los que realmente nos interesan. Lo que se conoce como el buqué del vino. Esos aromas que solemos decir que nos recuerdan a otros elementos que nada tienen que ver con el vino, como por ejemplo chocolate, guinda, vainilla, tierra mojada, etc.

En estos casos, deberemos decantar el vino con especial cuidado, ya que una excesiva oxigenación podría ser contraproducente. Lo mejor es que probemos primero sirviendo un poco de vino en una copa y dejando que se airee durante unos diez minutos. Si vemos que los aromas mejoran, podemos proceder a decantar el resto de la botella. El decantador, que proporciona una mayor apertura que la boca de la botella y una mayor superficie de contacto entre el vino y el aire, facilitará que el vino se oxigene en poco tiempo. El tiempo de oxigenación variará en función del tipo de vino y de cómo este se vea afectado por la acción del oxígeno.





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